Ayer le hice una pregunta a Dios. Hoy he recibido una respuesta. Algunos dicen: "Este Dios tuyo no dice nada".

En teoría, esto es cierto. Cuando le pido algo a Dios en voz alta, no llega ninguna voz del cielo. Cuando rezo, tampoco oigo una voz en mi cabeza. Si fuera así, quizá debería plantearme un piso en un psiquiátrico. La práctica me enseña que Dios responde. Por ejemplo, a través de las palabras de un amigo, o de tu confesor.

A veces me maravillo ante ciertos acontecimientos. A veces tengo que pensar en cosas extrañas en momentos extraños. En retrospectiva, puedo reconocer la voz de Dios en ellos, porque a veces estos acontecimientos son muy oportunos. Justo cuando lo necesito.

En estos momentos en que Dios habla y a veces responde muy claramente, agradezco sus buenos dones. Aunque no sea mi voluntad en ese momento, Dios sabe lo que es bueno para mí.

Así que cuidado con las palabrotas. Si le pides a Dios que te maldiga en el momento en que estás preocupado y frustrado, puedes esperar más problemas. No es que venga de Dios, no es eso. Dios quiere lo mejor para nosotros. Por eso, si damos a Dios un lugar en nuestras vidas, incluso los reveses más duros son tolerables.

¿Quizás también interesante para ti?